«Cada alumna es una historia, cada alumna es un milagro»

En las orillas de la Laguna de Chapala, en Jalisco, se levanta Jaltepec, institución que alberga a varias alumnas y profesoras que se han convertido en grandes amigas de Don Álvaro del Portillo.

Don Álvaro durante una reunión con alumnas en Jaltepec, 1983.

Jaltepec, que encomienda la atención espiritual de sus alumnas al Opus Dei, es una institución comprometida con la formación de la mujer y con su capacitación profesional para brindar servicios de hospitalidad.

A lo largo de 44 años, en Jaltepec se ha podido comprobar cómo la formación que ofrece influye en las estudiantes y poco a poco va cambiando la vida de sus familias. Y es que las alumnas aprenden a hacer hogar, a darse a los demás, el valor del trabajo bien hecho y el papel de la mujer como base de la familia.

“Una de las cosas que más deseamos es que ellas descubran su dignidad de mujeres y lo que la sociedad necesita y espera de ellas, para esos hogares que van a formar el día de mañana”, explicó Guadalupe Canepa, directora de Jaltepec.

Karla, ex alumna, tiene actualmente una pizzería que comenzó como un proyecto en el salón de clases pero que, con ayuda de toda su familia, se convirtió en su forma de vida. Otro caso es el de Sandra, quien empezó un negocio cuyo slogan es “calidad, servicio y hogar” pues quiere transmitir ese ambiente de hogar que aprendió en Jaltepec para que la gente se sienta muy acogida y valore su dignidad a través del buen servicio.

Don Álvaro durante una reunión con alumnas en Jaltepec, 1983.

Don Álvaro del Portillo visitó Jaltepec en 1970, acompañando a San Josemaría, y nuevamente en 1983. Según explica Guadalupe, en ese año Don Álvaro tuvo varias reuniones con las alumnas, quienes –según relatan ellas mismas – se sentían muy queridas y acogidas por él.

“Es aquí en donde estaba esa imagen en la que la Virgen le está dando una rosa a San Juan Diego; San Josemaría pidió que ojalá hiciera así la Virgen con él y que en el momento de morir le diera una rosa. A Don Álvaro le daba mucha alegría estar en esta casa que había significado tanto”.

A partir de 1994, año de la muerte de Don Álvaro, Canepa, quien había podido convivir en varios momentos con él, comenzó a rezarle para sacar adelante todas sus tareas, entre ellas el trabajo que se hace en Jaltepec.

“Siempre le digo que él es el director realmente y yo soy su ‘achichincle’. Le pido que me inspire, que me ayude. Y quizá lo que más le encomiendo es (…) una serena intensidad; cuando tengo alguna preocupación sobre asuntos de la escuela, pues me voy al oratorio a pedirle y no salgo de ahí hasta que me da esa paz”, dijo Guadalupe.

La devoción a Don Álvaro abarca también a muchas alumnas e integrantes del personal docente y administrativo de Jaltepec que le confían las tareas más diversas, entre ellas el conseguir año con año el número necesario de estudiantes.

“Siempre hemos tenido el número deseado de alumnas. Sé que cada una de las alumnas que viene es por él. Yo digo que en esta escuela cada alumna es una historia, cada alumna es un milagro. Y es una realidad que son milagros de Don Álvaro (…); no te explicas cómo conocieron la escuela, pero yo sé que es porque las ha traído él”.