Los secretos de 'El Señor de los Anillos'

Patricia Diaz Santos es numeraria auxiliar del Opus Dei y autora de un libro sobre "El Señor de los Anillos". En él habla de literatura, de cocina, de comida… y, sobre todo, del amor y del sentido de la vida.

Un libro cambiante

Aquí me tienen, en el jardín, consolando de sus desgracias al pobre Gollum. Yo soy, como ya intuyen, una de esos millones de tolkinianos que se conocen El Señor de los Anillos como el pasillo de su casa. Leí el libro cuando era una adolescente y al igual que a miles de chicas y chicos de mi edad, me produjo una impresión inolvidable. Luego, lo he releído en varias ocasiones y he comprobado que las grandes obras de la literatura crecen y cambian contigo. 

La última vez que lo leí, en el 2000, descubrí que Tolkien mostraba un conjunto de valores en torno al sentido de la comida en los que no se había reparado suficientemente. Eso me movió a escribir un libro sobre el tema y a formar parte de laSociedad Tolkien en España, donde he puesto en marcha la sección de gastronomía. 

 Los hobbits, buena gente

He visto que cada grupo de personajes de El Señor de los Anillos guarda una relación específica con la comida. Por ejemplo, Gollum, que había sido un hobbit –eso que llamamos “buena gente”- se había degradado tanto por su contacto con el Anillo, el símbolo del mal, que había terminado animalizándose en todos los sentidos, y le daba asco ver como los hobbits cocinaban los conejos, y hasta las lembas -el pan delicioso de los elfos- se le atragantaban.

Con todo esto Tolkien pone de relieve la trascendencia que puede haber en y detrás de un plato de comida. Comer bien no significa sólo tomar una dieta equilibrada en grasas, hidratos de carbono, etcétera. Eso es importante, pero es sólo un aspecto más de la cuestión.

La comida es, fundamentalmente, un acto social y un vehículo de mensajes de afecto, de cariño y de respeto hacia una cultura heredada. Por eso, la mayoría de las fiestas se celebran comiendo, y esa es la causa por la que se valora tanto el hecho “de estar todos juntos en familia a la hora comer”. La comida es un momento de comunicación, de diálogo, de alegría. Nos reunimos alrededor de una buena comida para charlar de lo divino y lo humano, dos dimensiones que deben estar fundidas en la vida de un cristiano.

Amar en lo pequeño

Los hobbits, gente 'pequeña'

Me gusta como retrata Tolkien a los hobbits y a los habitantes de la Tierra Media: con una épica de la vida entendida como servicio. Subraya valores como la amistad, la lealtad, la capacidad de sacrificio y la entrega a los demás. “Cuando las cosas están en peligro –dice Frodo- alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas para que otros las conserven”.

Y me encanta especialmente como valora a la gente “pequeña”. A lo largo de la historia nos va presentando personajes sin gran relieve social, como Frodo y Sam. En apariencia la liberación del Anillo depende de la gran Batalla de la Puerta Oscura, pero no es así: realmente la salvación está en manos de los hobbits, unos seres pequeños, limitados que, ayudándose unos a otros, logran cumplir su misión superando mil dificultades, hasta que vencen el mal.

Tolkien nos hace ver que la batalla decisiva, la gran epopeya de nuestra salvación –y esto se entiende muy bien desde una perspectiva cristiana– depende sobre todo de los “pequeños”.

Esos pequeños son para mí esas personas que cumplen con su obligación sin que nadie las aplauda, esas madres de familia que cuidan de sus hijos en la intimidad de su hogar, esos enfermos que ofrecen sus dolores en una habitación de hospital.

La salvación, en definitiva, depende de los santos, y en muy gran medida de esos santos “escondidos” cuya vida sólo Dios conoce, que se esfuerzan una y otra vez por amar en lo pequeño, por amor a Dios y a los demás.

Hay una frase que me gusta especialmente, porque condensa el sentido épico de la vida que transmite Tolkien. “Las hazañas –le dice Aragorn a Arwen- no son menos heroicas porque nadie las alabe”.

Esta frase me evoca las enseñanzas de san Josemaría, que recordaba que esa vida cotidiana, prosaica, sencilla y sin grandes “aventuras” es la que tenemos que convertir, por amor a Dios y a los demás, en endecasílabos, en “verso heroico”. 

Un servicio directo a la Iglesia

Durante una lectura pública sobre la obra de Tolkien

En mi caso concreto me dedico a crear hogar en los centros del Opus Dei, como numeraria auxiliar. Es una vocación y una profesión que constituye, a mi modo de ver, un servicio muy directo a la Iglesia.

No se trata sólo de resolver un conjunto de problemas materiales o de solucionar unas tareas de limpieza, de comida o de cuidado de la ropa. Mi tarea consiste en transmitir un espíritu por medio de mil pequeños detalles; se trata de crear un espacio amable en el que las personas puedan descansar tras un día de trabajo agotador; de construir un hogar con un ambiente de verdadera familia, en el que sea fácil recogerse en oración y cultivar la vida interior. Esto facilita el apostolado, y por eso entiendo que San Josemaría lo llamara “el apostolado de los apostolados”.

Yo entiendo mi vocación como una forma en la que puedo vivir con plenitud el mensaje de servicio del Evangelio: “No he venido a ser servido sino a servir”, dice el Señor. Y también, como un modo específico para lograr aquella gran aspiración de Juan Pablo II: que todo el mundo sea un hogar.