Encontré un colegio… y mucho más

Ángeles buscaba solamente una escuela para su hija. Encontró el Colegio Meyalli, junto con una nueva manera de vivir.

Cuando llegué a vivir a Ixtapaluca me di a la tarea de buscar una escuela para mi hija de tres años. Alguien me comentó que el Colegio Meyalli tenía un buen nivel académico, así que decidí conocerlo. La escuela era grande y la colegiatura muy accesible, por lo que decidí inscribir a mi hija.

Desde el principio me informaron que yo, como madre de familia, debía tomar unos cursos de orientación familiar. Al principio no entendía mucho en qué me podían servir, ya que soy Médico de profesión, pero deseando cumplir con todo lo que se me pedía, asistí a todas las sesiones.

En alguna ocasión, una profesora me habló del Opus Dei y de san Josemaría y algo dentro de mí me decía que eso de santificarme en la vida ordinaria y en mi matrimonio era lo que yo quería.

Recuerdo que nos invitaban a retiros y convivencias anuales, pero a mi marido se le hacía muy difícil que yo estuviera un fin de semana fuera de mi casa. Finalmente pude ir a una convivencia y fue una experiencia maravillosa.

Desde entonces mi vida dio un cambio de 180 grados, empecé a tratar a Jesús, a practicar mi fe, a cambiar interiormente, lo cual se reflejó en mi familia, en especial con mi esposo; ya que yo tenía una lista de prioridades algo errónea; primero era mi trabajo, después mis hijos y hasta el último mi marido. Con la Obra entendí que primero era Dios y por amor a Él, mi marido, mis hijos y mi trabajo, en ese orden.

Al paso del tiempo mi marido y yo deseábamos tener otro hijo, y nos lamentábamos por haber recurrido años antes a un método anticonceptivo definitivo. Sin embargo, mi ginecóloga me dio esperanzas de realizar algunos estudios y ver qué se podía hacer. Tras los estudios y de someterme a una cirugía nos informaron, para nuestra frustración, que la intervención había fracasado. Ese mismo día fui a la iglesia y le dije a Dios que yo ya había hecho mi parte, había puesto el pan y los peces y que ahora “le tocaba” a Él multiplicarlos y lloré.

Sin duda, Dios me daba dos regalos: mi maternidad y mi vocación.

En ese mismo año acudí a la canonización de san Josemaría y le pedí que intercediera para que me pudiera embarazar. Ocho meses después quedé embarazada de un varón, un año después pedí mi admisión al Opus Dei como supernumeraria. Sin duda, Dios me daba dos regalos: mi maternidad y mi vocación. Después de ese milagro me he embarazado otras dos veces, ya se ve que Dios hace las cosas muy bien.

Por si fuera poco, desde hace 4 años trabajo en el Meyalli y por las tardes atiendo mi consultorio; todo esto sin descuidar a mi familia, que es mi prioridad. Así es Dios; yo solamente buscaba un colegio…