La medicina no puede resolver todos los problemas

Escuchar a las personas y convivir con el dolor son dos cosas que Miryam Ramírez, doctora, practica de manera cotidiana en su consultorio de San Luis Potosí.

Cuéntanos un poco de ti.

Soy Miryam Ramírez, agregada del Opus Dei. Me dedico a la medicina y trabajo en un consultorio. Vivo en San Luis Potosí, con mis papás y varios de mis hermanos. El más pequeño tiene Síndrome de Down y es verdaderamente el tesoro de la familia. Nació con algunas complicaciones y estuvo muy enfermo -tuvo que pasar por cuatro cirugías- pero ahora está muy bien y es un don tener a ese chiquito.

¿Quiénes son los agregados del Opus Dei?

La vocación a la Obra -ya sea de supernumeraria, numeraria o agregada- es la misma; lo que cambia un poco son las circunstancias. En el caso de las agregadas, simplemente se trata de vivir el celibato en tu ambiente, con tu familia o donde sea necesario que vivas, e igual que las demás, esforzarte por estar cerca de Dios y muy pendiente de los demás.

El ambiente en los hospitales puede ser difícil. ¿Cómo haces que tu vocación sea compatible con ese ambiente?

El ambiente en los hospitales es complicado y difícil, pero gracias a que México es un país católico, dentro del hospital cuento con una capilla; una visita a Jesús o un rato de oración bastan para no perder el norte. Es complicado entre las desveladas y las guardias, pero cuando tomas en cuenta lo que es verdaderamente importante, buscas el tiempo.

Y cuando estás trabajando, ¿qué haces para acordarte de Dios?

Procuro tener entre mis instrumentos de trabajo una estampa de san Josemaría o de la Virgen, entonces cuando saco una herramienta, un estetoscopio o algo, me acuerdo que la persona que está frente a mi es hijo de Dios.

Los textos de san Josemaría y la formación que recibo en el Opus Dei me ayudan en mi trabajo profesional porque me invitan a desarrollarlos de la mejor manera, en el trato humano a pesar del cansancio, o en cualquier otra situación que haya en el día a día. Me invitan a esforzarme a tratar a cada paciente como se lo merece y con la paciencia necesaria.

Tú convives con el dolor de manera cotidiana. ¿Qué sentido tiene el dolor en la vida de los cristianos?

Me toca convivir con el dolor frecuentemente. En el caso de los médicos, los pacientes siempre se acercan, ya sea porque tienen un mal físico o, incluso, uno moral. Muchas veces la gente solo quiere que la escuches. Hay ocasiones en que reviso a alguna persona y resulta que no tiene nada, luego indago y me doy cuenta que está sufriendo porque a su hijo lo han operado varias veces a corazón abierto, o que no puede dormir, o que tiene muchos estrés, ansiedad… Más que físicos, traen padecimientos emocionales, y en ese momento pienso que delante de mí tengo a un hijo de Dios. Yo no puedo resolver todos los problemas y, muchas veces, tampoco la medicina, y es ahí cuando les doy alguna estampa de san Josemaría y los invito a rezar y a acercarse a Dios.

Es difícil darle otro giro al dolor o al sufrimiento porque hay enfermedades, padecimientos, y situaciones en la vida que son difíciles de asimilar. Al final lo que verdaderamente vale para un cristiano es que ese dolor lo podamos unir a la Cruz de Cristo, que podamos santificarlo y ofrecerlo por la gente que queremos.