"Dios actúa y lo quiere hacer con nuestra generosidad", Pbro. Ricardo Furber

Esta es la homilía pronunciada por el Pbro. Ricardo Furber durante la misa celebrada el 17 de junio de 2017 en la Basílica de Guadalupe, por la fiesta de san Josemaría.

Estamos muy contentos por estar en la casa de nuestra Madre celebrando la fiesta de san Josemaría. Celebrar la fiesta de un santo, es motivo de esperanza y de alegría porque vemos como Dios actúa a través de los hombres. Si los hombres dejan entrar a Dios a su vida, se pueden hacer tantas cosas. Que impresionante es ver con el tiempo cuando la gente le dice que sí a Dios, primeramente, está el ejemplo de María, que le dijo que sí a Dios para ser la madre de Jesucristo y por ahí vino nuestra salvación, nuestra redención. La Virgen es la medianera de todas las gracias, porque todas las gracias nos llegan a través de María.

“Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser anti nada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz”

También es impresionante ver el sí de san Josemaría. Después de ver las huellas de un fraile en la nieve, se cuestiona, si esta persona puede hacer este sacrificio de ir descalzo en la nieve, con lo que eso supone de dolor, yo ¿qué soy capaz de hacer por Dios? Tal vez eso viene bien preguntárnoslo viendo esa generosidad y amor de Dios, ¿Señor, yo qué soy capaz de hacer por ti? ¿Yo que soy capaz de hacer con ayuda de la Virgen? Con esa entrega él empezaba a experimentar el amor de Dios en su vida y a querer decirle que lo quería seguir, que quería hacer lo que Él quisiera.

Después da un paso sin saber exactamente lo que Dios le pide: se hace sacerdote, sin tener mucha claridad sobre si eso es lo que Dios quería de él. Lo hace para tener mayor disponibilidad. En lo personal pienso que fue una entrega muy audaz, una entrega muy generosa pues, sin saber con certeza lo que Dios le pedía, se entregó completamente.

Tres años después de ordenarse, en 1928, Dios le hace ver exactamente qué es lo que quiere, puesto que él ha confiado plenamente en Dios, él ha quitado todo lo que estorbaba para seguirlo y Nuestro Señor viendo esa generosidad, le hace ver en concreto cuál es su misión. Esa misión es recordarnos a todos los presentes que, por el hecho de ser bautizados, estamos llamados a ser santos. Santos de verdad, como decía san Josemaría, “sin que nos falte un pelo”, canonizables. “Testimonios creíbles”, dice don Fernando Ocáriz en su carta del 14 de febrero. Testimonios creíbles son lo que hace falta hoy. Ante un mundo complicado, ante una sociedad que se va metiendo cada vez más en sí misma, en un individualismo, tú y yo tenemos esa tarea. Recordaba san Josemaría: “Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser anti nada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz”. Esos son los testimonios que Dios quiere suscitar hoy por hoy en ti y en mí, para arrastrar a la gente hacia Él. Para convencer a la gente que se puede vivir cerca de Dios. Es más, que la felicidad a la que estamos llamados solo la conseguimos estando cerca de Dios. Es una tarea tuya y mía. Siguiendo con lo que decía san Josemaría hemos de “ver con comprensión a todos: a los que siguen a Cristo y a los que le abandonan o no le conocen”. Tener un corazón grande en donde quepan todos. Por eso el Papa y el Padre nos invitan a esa apertura, a ese salir de nosotros para ir hacia los demás.

(...) hemos de ser santos a través de nuestras circunstancias ordinarias, en el día a día, en la familia. El primer ambiente de santidad en donde Dios nos espera es la familia (...)

Cuando san Josemaría muere en 1975, había sesenta mil miembros del Opus Dei. Sesenta mil personas que le habían entregado la vida a Dios en sus circunstancias, que querían ser santos. A mí me impresiona que, de la entrega de una persona, después de unos cuantos años, haya sesenta mil más. Eso significa que Dios actúa, y lo quiere hacer con nuestra generosidad, con nuestro optimismo, con nuestra esperanza, con nuestra fe.

Hoy estamos en una situación privilegiada, delante de nuestra Madre debemos de aprovechar para decirle: Madre mía, arráncale a nuestro Señor ese aumento de fe, de esperanza, de caridad para cada uno de nosotros. Que creamos que Dios nos quiere santos, que creamos que vamos a alcanzar el cielo, que creamos que podemos querer a todos. Que no haya nadie que escape a nuestro cariño, que no le saquemos la vuelta a nadie, que ayudemos a todos, así como lo hizo san Josemaría. Esa entrega suya despertó en muchos otros ese deseo de ser santos, pues es lo que Dios le había pedido en concreto.

Toda la liturgia que rodea a esta celebración nos habla de ese mensaje que Dios nos da, a través de san Josemaría: hemos de ser santos a través de nuestras circunstancias ordinarias, en el día a día, en la familia. El primer ambiente de santidad en donde Dios nos espera es la familia; el esposo con la esposa, los papás con los hijos, los hijos con los hermanos, ahí es donde Dios me da la gracia para santificarme, ahí es donde Dios me espera, dónde me encuentro con Dios, no solo en el Sagrario, sino en cada una de las personas que me rodea, ahí está Dios. Debemos de aprender a descubrirlo, a tratarlo ahí, por eso el modo de afrontar nuestras actividades no es de cualquier modo, como dice la segunda lectura, sino como verdaderos hijos de Dios, sabiéndonos hijos y ya no esclavos. Por eso no vamos sintiéndonos mejor que nadie, sino que vamos con conciencia de que somos sus hijos y así hemos de comportarnos; actuar con esa seguridad.

La primera lectura de ayer nos hablaba de tener una riqueza dentro de nosotros. Es cierto: envuelta en barro y se puede quebrar en cualquier momento, pero la misericordia de Dios es mucho más grande. No podemos esconderla, por eso sin miedo hay que dejar entrar a Dios, como Pedro le dejó entrar en su barca, dejarle hacer, dejarle ser el centro de mi vida, dejar que Cristo gobierne a tu lado hasta que nos identifiquemos realmente con Él.

Esa riqueza que Dios nos ha dado a cada uno, no nos la podemos quedar solo para nosotros, tenemos que transmitirla, contagiarla, decirle al mundo que el mejor modo de vivir, de pasar por esta vida, es con Dios, no sin Él.

San Josemaría descubre esa filiación divina, como parte esencial del espíritu del Opus Dei, en un tranvía y en esas circunstancias difíciles que le rodeaban. Tenía muchas contradicciones, mucha gente que no le entendía, que no le creía. Algunos en el Vaticano le decían que había llegado con cien años de anticipación. Todo parecía en contra. A veces cuando uno ve este mundo, nota muchas cosas en contra, pero precisamente esas son las que nos identifican con Jesucristo en la Cruz y las que nos hacen ser más profundamente hijos de Dios en la medida que nos conformamos con Cristo en la Cruz. Con Él, en el momento de esa entrega, hecha por cada uno de nosotros, y con ese espíritu de filiación divina, aunque haya contrariedades, estemos seguros de esa riqueza, transmitiéndola a los demás.

Desde ahora serás pescador de hombres. Esa riqueza que Dios nos ha dado a cada uno, no nos la podemos quedar solo para nosotros, tenemos que transmitirla, contagiarla, decirle al mundo que el mejor modo de vivir, de pasar por esta vida, es con Dios, no sin Él. Por eso Dios nos quiere santos, y santos de verdad. Con todas nuestras miserias, pero santos de verdad. Pidámosle a nuestra Madre que ella nos ayude, que sepamos escuchar a Dios que nos habla con mucha claridad.

Madre mía, que nos decidamos a ser santos, que nos decidamos a llevarle mucha gente a Dios, que estén lejos de Él y no le conocen. Al acercar a la gente, encontraremos esa felicidad que decía san Josemaría: hacer apostolado es hacer feliz a la gente, porque estamos con Dios. Que nuestra Madre nos acompañe, nos de esa certeza y fortaleza que dio a san Josemaría para cumplir la voluntad de Dios, y nosotros, siguiendo su ejemplo, también hagamos sólo la voluntad de Dios.

Pbro. Ricardo Furber Cano

Vicario regional del Opus Dei en México