​El pasaporte

Hace seis meses, durante nuestra mudanza a una nueva casa, con todo lo que eso conlleva, mi esposo me entregó para archivar, con otros documentos, su pasaporte recién tramitado.

Yo pensé que lo había colocado en su sitio, y unas semanas después me lo pidió. Cuál no sería mi sorpresa al ir a buscarlo y darme cuenta de que no se encontraba en su sitio. Empecé a rezar para que apareciera. Cuatro meses después, cuando habíamos decidido volver a realizar el trámite, pensé en pedirle a Dora, que me había

conseguido otras cositas anteriormente. No había rezado dos veces la estampa y pareció el pasaporte en un lugar extrañísimo: el compartimiento de documentos del coche de mi marido. Atribuyo a Dora que apareciera el documento que ya dábamos por perdido con el consiguiente disgusto de mi marido.

I. L.