Cuando el profesor de matemáticas se equivoca...

En su experiencia docente, Ernesto Save ha logrado entender por qué, como decía san Josemaría, la virtud de la humildad es muy importante para quienes ejercen la enseñanza.

¿Cuál es tu relación con la Obra? ¿Cómo conociste el Opus Dei?

Soy Ernesto Save, numerario, y vivo en León. Conocí el Opus Dei hace mucho tiempo, en Hermosillo, Sonora, cuando participé en actividades de un club juvenil. Eventualmente pedí mi admisión a la Obra.

Creo que todos los que se acercan a los centros de la Obra se sienten atraídos por las actividades en las que te diviertes, te la pasas bien y haces amigos. Pero en el fondo también hay inquietudes y piensas: “quiero estar más cerca de Dios y aunque me la pase muy bien, no solo voy a eso”. Creo que esa semillita va creciendo poco a poco, bueno al menos eso sucedió en mi caso. Te das cuenta que es un ambiente que te gusta, pero la parte sobrenatural es la más importante porque es saber qué quiere Dios de ti. Vas descubriendo tu vocación.

Ahora, ¿a qué te dedicas profesionalmente? ¿Qué es más fácil de explicar, las matemáticas o el Opus Dei?

Doy clases de matemáticas en el Tec de Monterrey. La verdad es que las dos son cosas abstractas que se concretan en el día a día; en el Opus Dei vives tu vocación, y las matemáticas son apasionantes y las aplicas. A veces es difícil explicarles eso a los alumnos. También, tanto la ciencia como la religión, son cosas que te llevan a la verdad.

Ser del Opus Dei es algo que yo vivo, y lo primero es santificar el trabajo y ofrecérselo a Dios, y claro, hacerlo bien. Yo procuro preparar mis clases, calificar bien los exámenes, también enseñar con cariño a los alumnos, no como un tirano que va ahí a decir lo que es la verdad y todo mundo tiene que aprendérsela. Trato con respeto a los alumnos y poco a poco intento hacerme amigo de ellos.

¿Cómo se vive la amistad ahí?

Intento cuidar la diferencia entre ser un profesor y un amigo, que a veces se puede malinterpretar. Hay ocasiones en que invitas a alguien por un centro de la Obra y viene para que le subas unos puntos para la calificación final, entonces se vuelve una situación complicada. Es más fácil ser amigo de los que ya fueron tus alumnos. Antes hacía viajes a Zacatecas y ahí conocí a un grupo de universitarios. Muchos de ellos ahora están estudiando aquí, en León, y con ellos ha sido más transparente y más fácil. Armamos un grupo de formación y charlas. Los universitarios tienen muchísimas actividades académicas y sociales, por lo que no deja de sorprenderme que haya chavos tan comprometidos con su formación y que estén dispuestos a renunciar a tantas muchas cosas por acercarse a Dios.

Decía san Josemaría que la mayor virtud de un profesor es la humildad, ¿qué piensas de esto?

Puedes llegar con la actitud de ser como el que lo sabe todo en el salón de clases, y eso muchas veces genera una barrera con el alumno. La humildad es reconocer tus errores, por ejemplo revisar los aciertos en un examen y darte cuenta que no contaste bien los aciertos… ¡y eres el profesor de matemáticas! Yo creo que cuando se da esa humildad, los chavos lo valoran mucho y saben que el profesor no es un hombre cuadrado, sino que sabe aceptar y corregir sus errores y que tampoco lo sabe todo en las clases que da. Yo pienso que lejos de desprestigiarte como profesor, te prestigia como ser humano.