Aventura en Delhi: Cambiando el miedo por una sonrisa

Elizabeth Varghese, casada y con dos hijos, es educadora de profesión. Nació y creció en Indore, Madhya Pradesh, antes de mudarse a Delhi, donde ahora vive y enseña a niños con capacidades especiales.

Poco tiempo después de casarme, mi esposo y yo nos mudamos al Norte, Delhi, y me vi inmersa en una cultura y en un ambiente muy diferentes a los de mi lugar de origen. Como suele ocurrirle a muchas personas en circunstancias similares, al principio no fue sencillo adaptarme a este estilo de vida en una ciudad nueva.

Pronto nació nuestro primer hijo y nos llenamos de una alegría inmensa al recibir esa bendición. Sin embargo, al mismo tiempo, mi esposo y yo sentíamos la enorme necesidad de una guía en nuestro nuevo papel de padres. Como siempre, Dios tiene sus planes, algo de lo que ahora soy consciente.

Algo que he aprendido y que ahora intento transmitir a los demás, es que a veces damos demasiada importancia a las cosas grandes de la vida y olvidamos que son precisamente las pequeñas piezas de un rompecabezas las que conforman la imagen.

Durante ese tiempo, entablé amistad con una colega en el colegio en el que estaba dando clases. Ella fue la persona que me presentó el mensaje del Opus Dei y las enseñanzas de su fundador, san Josemaría Escrivá. Su explicación de la doctrina de la Iglesia Católica acerca de la grandeza del matrimonio y de la vida en familia me ayudó mucho. El poner en práctica lo que yo leía y lo que mi amiga me enseñaba, ayudó a que, progresivamente, mi visión acerca de la educación de mi hijo, la relación con mi esposo y mis familiares, así como la manera en la que trataba con mis estudiantes y sus padres en mi lugar de trabajo, cambiara.

Ahora, al mismo tiempo que criamos a nuestros dos hijos, mi esposo y yo, junto con algunos vecinos y amigos, tratamos de ayudar a otras parejas jóvenes que comienzan la aventura del matrimonio. Realmente disfrutamos reunirnos con nuestros amigos y sus hijos para pasar tiempo con ellos y poder compartir experiencias.

Algo que he aprendido y que ahora intento transmitir a los demás, es que a veces damos demasiada importancia a las cosas grandes de la vida y olvidamos que son precisamente las pequeñas piezas de un rompecabezas las que conforman la imagen. San Josemaría, en sus escritos, homilías y conversaciones, siempre enfatizaba el valor de las cosas pequeñas en la vida ordinaria: ser agradecidos, mantener el orden en las cosas materiales de la casa, saber perdonar y pedir perdón, ser puntual, estar siempre sonriente…

En mi profesión me gusta mucho trabajar con niños con capacidades especiales y sus familias. Y, al mismo tiempo que les enseño, aprendo de ellos. Personalmente, encuentro en las palabras del Papa un gran apoyo para mi labor: Merecen una gran admiración las familias que aceptan con amor la difícil prueba de un niño discapacitado. (…) La familia que acepta con los ojos de la fe la presencia de personas con discapacidad podrá reconocer y garantizar la calidad y el valor de cada vida, con sus necesidades, sus derechos y sus oportunidades. Dicha familia proveerá asistencia y cuidados, y promoverá compañía y afecto, en cada fase de la vida. (Amoris Laetitia, n.47).

Como profesora, tengo que ayudar y preparar a los niños para que sean parte de la corriente principal de la sociedad, de forma que las personas a su alrededor adquieran sensibilidad y no solamente simpatía, y para ayudar a los padres a aceptar la condición de sus hijos con una visión, no temerosa, sino esperanzadora. Todo esto necesita dedicación, paciencia y amor. Y para tenerlo en el corazón necesitamos estar cerca de Dios a través de la oración y confiar en Él en cada situación que se nos presente, como siempre ha recomendado san Josemaría. Me encomiendo a su intercesión para que me ayude a poner todo esto en práctica, con una sonrisa.