"Benedicto, hermano, ya eres mexicano"

Miles de personas se alinearon en las calles de la ciudad de Guanajuato para ver al Papa antes del encuentro que sotuvo con el presidente Calderón.

Poco a poco las angostas y sinuosas calles de la colonial ciudad de Guanajuato se veían inundadas por miles de fieles que deseaban captar y mantener indeleble en la memoria la imagen del Dulce Cristo en la Tierra. Conforme avanzaban las horas, la temperatura disminuía, el sol daba paso a las oscuras nubes, pero el calor de los corazones mexicanos aumentaba.

Enmarcada por el majestuoso Teatro Juárez y el templo de San Diego de Alcalá, una típica tuna guanajuatense hacía que las varias horas de espera fueran más llevaderas. El sonido de las castañuelas, las mandolinas y las guitarras competía por el aplauso del público con las ingeniosas porras que inventaban grupos de jóvenes. "Benedicto, hermano, ya eres mexicano", inundaba el aire de la primavera guanajuatense, para dar paso a las canciones típicas mexicanas que los fieles, procedentes de lugares tan diversos como Nuevo León, Tabasco y Sinaloa, cantaban con gran alegría.

La espera fue larga. Niños pequeños sentados en los hombros de sus padres agitaban banderas vaticanas, casi iguales a las que ondeaban orgullosamente en los balcones de las coloridas casas guanajuatenses. Repicaban las campanas de San Diego y en los ojos de los fieles brillaba la ilusión de ver al mensajero de paz.

Mientras el papamóvil hacia su breve recorrido frente al Teatro Juárez, un rugido intenso salió de la multitud. Había pasado el Papa Benedicto XVI. Minutos más tarde, a través de una pantalla gigante, los fieles siguieron la transmisión del mensaje que el Romano Pontífice dirigió a los niños. La velada mágica terminó con gran alegría mientras todos cantaban “De la Sierra Morena, cielito lindo, vienen bajando…”